martes, 26 de febrero de 2008

Ser Hacedor.

Daniel 6; Marcos 6:14-29.
Es curioso cómo Oír y Hacer, la Palabra de Dios,dos actos diferentes pueden determinar el destino personal y el de naciones o reinos enteros. Dos gobernantes: Darío y Herodes, dos hombres de Dios: Daniel y Juan. Dos imperios que dominaron a los judíos y al resto del mundo entonces conocido: Persia y Roma.
Daniel trabajaba en la corte del entonces rey Darío, quien lo estimaba y escuchaba atentamente. Pero llegó el día cuando los enemigos de Daniel conspiraron contra él logrando que el Rey -en un acto de egolatría- promulgara un decreto según el cual todo aquel que invocara otro nombre a dios u hombre diferente al del rey fuera muerto. Al ver que Daniel habría incumplido el decreto y que esta trama lo llevaría a la muerte el rey, que estimaba a Daniel trabajó toda aquel día con e fín de buscar la forma de librarle. Pero al no conseguirlo, al tener que lanzar a su amigo al foso de los leones, hizo su último esfuerzo, el mas importante y que había aprendido de su amigo Daniel, confiar en Dios: "El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre." Darío había aprendido la lección. Oyó muchas veces de boca de Daniel la confianza en Dios, ahora, aunque no en su propia carne, tuvo que apostar la vida de su amigo en ello, y triunfó.
Aunque Herodes no era emperador romano, nisiquiera era romano ni judío, era rey sobre Judea, tuvo la oportunidad de oír a Juan el Bautista, el mayor de todos los profetas que haya existido. La Biblia dice que le oía de buena gana, que le temía y respetaba como a hombre santo de Dios. Sin embargo, llegó el día. La hija de su mujer Herodías, tal vez su sobrina, bailó en su fiesta de cumpleaños. La forma de su baile emocionó tanto al rey que le ofreció lo que quisiera. "Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino". Sinceramente creo que el hombre prostituyó a la jóven, y su madre consintió al ver la posibilidad de obtener lo que más quería: aniquilar a Juan. Así que Herodes, cuando la joven el dijo su precio, la cabeza de Herodes, se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con el a la mesa -curioso, en ningún momento su respeto por Juan o el temor de Dios lo movió a hacer algo para remediar el error- envió a un guarda a decapitarlo. De todas las palabras de Dios por medio de Juan habladas al corazón de este rey ninguna pareció dar su fruto.
Como en la parábola de la semilla, la semilla fué puesta en tierra, pero cayó entre espinos y: "La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto." Lc 8:14
Hoy el Señor me ha urgido a actuar de acuerdo con él y su palabra. Solo oir la palabra es un engaño, pues no siempre es útil, si no hay tierra dispuesta a dar frutos las consecuencias pueden ser fatales. Pero ser hacedor de la palabra de Dios es útil y lleva mucho fruto, al treinta, al sesenta y al ciento por uno.
"Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos." St 1:22

Señor, me comprometo a hacer tu palabra, a actuar de acuerdo contigo, en todo. Ayúdame a dar frutos dignos de mi condición de hijo tuyo y a ser conforme a tí. Gracias te doy en el nombre de Jesús. Amén.

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